miércoles, 21 de abril de 2010

Día 03 - 14:40 Hs.

En la penumbra, el desván parece un teatro chino, o sea presentacional ya que la idea de representación naturalista es del todo extraña para el arte asiático. Se insinúan las siluetas que el efecto visual la dota ilusoriamente de movimiento. A mi izquierda, llama mi atención un dosel de fina filigrana plateada, cubriendo parcialmente un antiguo y paupérrimo cofre extrañamente entreabierto. El brillo del dosel natural que se mece suavemente ante la ausencia de su urdidora atrae mis sentidos. Al levantar la tapa, un chirrido de goznes oxidados, leve pero inquietante me sumerge en el leteo del inconsciente. Tanteo un grupo de fotos colores sepia en un vértice del cofre, la que devela la imagen de mi abuela sentada y la de mi abuelo apoyado en una columna romana. Una foto antigua. Mis manos torpes por la penumbra, tantean un objeto de vidrio que al sacarlo devela la figura de un reloj de arena (pequeño, no como el de Ambrosio Lorenzetti en su famosa pintura), cuyo contador se quedo detenido en el tiempo, para, después de una brusca sacudida, volver a caer finamente, mientras las sombras se tiñen de un suave color naranja anunciándome el ocaso de un día que termina. A la vez, el recuerdo nostálgico de la ausencia de mis abuelos junto al descubrimiento de esta foto, me hace lamentar el abandonar este cofre pues el día se terminará muy pronto y tendré que dejar el desván. ¿Porque esa tendencia mía de internalizar lo externo? ¿Por qué ese hábito, o sea, ese efecto de actos repetidos; ese condicionamiento? En el devenir de mi rutina diaria en este desván, veo como el tiempo cumple un papel en mis días. Pero, ¿porque lo traslado al interior, al ámbito de mis pensamientos, al ámbito de lo psicológico? Sé que el tiempo psicológico es una ilusión, pero sin embargo estoy condicionado a usarlo en cada segundo de mi vida. Al observar, al investigar el comportamiento de mis pensamientos, veo que la consciencia siempre esta en un presente activo; pero oscilo entre el pasado como recuerdo acumulado y el futuro como anhelo u obtención de logros. Fantaseo con lo que no hice y pude hacer o con lo que quiero hacer o lograr. Todas evasiones del presente. Pero veo que ahí esta la posible causa de mis múltiples conflictos; la frustración, la ansiedad, el temor, el dolor, la angustia, el deseo; en el movimiento; en la pulsión; en la voluntad. Cuando estoy alerta, no hay un movimiento interno en el tiempo. No hay un ayer no resuelto o un futuro por lograr. No hay conflicto. Es en la comprensión donde trasciendo el tiempo psicológico, sin ningún movimiento. Es la comprensión la que trasciende el tiempo, sin la participación activa de la voluntad que crea el tiempo psicológico. Con este descubrimiento mi mente queda silenciosa, con la intuición que algo late a mí alrededor. Algo se agita levemente en esa luz tenue que se filtra tímidamente, como si la tensión de ese foco, testigo mudo de mi ambular se intensificara iluminando este escenario donde el cofre empieza a extrañar objetos que se esfuman en una nueva luz.